miércoles, 19 de septiembre de 2012

Día 11 - 18 de Septiembre 2012

Si tuviésemos que dar un titular al día de hoy sería algo así como:

De Tailandia a Camboya, doce horas eternas

Hemos dejado nuestro hotel en Bangkok a las siete de la mañana, desayuno rápido en el Starbucks, y corriendo a coger el minibus, que habíamos contratado el día anterior.



Después de esperar un buen rato, por fin aparece nuestro chófer, con un mini bus que había conocido tiempos mucho mejores.
Casi hemos tenido que entrar con calzador, éramos muchos, con muchas mochilas y muy poco espacio. Para colmo el aire acondicionado no funcionaba bien, y lo hemos pasado un poco mal.



El primer trayecto consiste en llegar con el minibus a la frontera con Camboya, entrando por Poipet, 260 km de distancia y más de seis horas claustrofóbicas.


Una vez en la frontera, hemos entregado los visados electrónicos, que habíamos solicitado por internet para evitarnos las enormes colas que se suelen formar.


Este paso fronterizo es caótico, gente arriba y abajo con sus pertenencias a cuestas, vehículos destartalados, más gente ofreciéndote sus servicios de taxi, tuk tuk, comida y bebida. Sin olvidarnos del guía que llevámos, un personaje super pesado que nos quería aconsejar sobre todo. Lógicamente, no le hemos hecho ni caso, se notaba muchísimo el interés que tenía por hacernos gastar más dinero del estrictamente necesario.


Todo este esfuerzo se ha visto recompensado por unos paisajes preciosos, campos y más campos de arroz, donde el azul del cielo contrastaba con el verde intenso de las plantas de arroz y un arco iris inmenso, que ha salido después de casi todo un día de lluvia.


Una vez en Camboya, nos estaba esperando otro autobús destartalado, que nos ha llevado desde Poipet hasta Siam Reap, el pueblo más cercano a los templos de Angkor. Otras tres horas de carretera y sin haber comido nada. Sólo una parada con el tiempo justo para ir al baño, que se alargó agónicamente porque el bus no arrancaba.









Después de solucionar los problemas mecánicos, nos dejan en una estación en medio de la nada, con un camino sin asfaltar, donde después del cansancio acumulado, tenemos que regatear con los conductores de tuk tuk, porque no hay otro medio de transporte para moverse por Siem Reap.


Y por fin llegamos a nuestra guesthouse, un sitio encantador, donde muertos de hambre, cenamos tranquilamente y nos informamos de cuál es la mejor manera de visitar mañana los templos de Angkor.

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