Sólo nos queda una parada de camino, Heidelberg.
Es una ciudad de postal, atravesada por un río que divide la ciudad en dos partes, unidas por dos puentes de piedra, construidos a los pies de una fortaleza medio derruida (Schloss).
Esta fortaleza ha sido nuestro primer destino. Se puede acceder a ella a pie o en funicular, optamos por caminar. Una pendiente adoquinada con bastante inclinación es lo primero que nos encontramos. Al llegar arriba, la ciudad a nuestros pies, con una visión panorámica de todo el valle, nos recompensa gratamente el esfuerzo realizado.
La entrada cuesta 6€ por persona, y da acceso a toda la fortaleza, excepto una zona que se necesita hacer con guía.
El patio interior del castillo es muy amplio, y en él se encuentra el museo Alemán de la Farmacia, que está repleto de frascos antiguos, vitrinas y antídotos de la época.
Y una bodega que alberga el mayor barril de vino jamás construido, fue necesario la madera de 350 robles. Tiene 7m de ancho por 8,5 de largo, y puede contener 220.000 litros. Este barril fue cuidado por Perkeo, el bufón famoso de Heidelberg: según una leyenda, él vació el barril a lo largo de sólo un día.
Por esta hazaña, se debe brindar con vino delante de una figura de éste famoso bufón.
Los patios exteriores nos dan otra vista panorámica de la ciudad, y se puede contemplar desde fuera, la inmensidad de la fortaleza, pudiendo ver partes antiguas que han sido dañadas por el paso de los años y por guerras.
Una vez visitada la fortaleza, nos dirijimos a la catedral, situada en medio de una plaza enorme para darle más protagonismo. Esta catedral protestante es de color salmón en su interior y muy sencilla.
A continuación ponemos rumbo al puente de piedra que es una antigua puerta de entrada a Heidelberg. Pasamos el puente para poder hacer una foto de él, juntamente con la fortaleza y la catedral.
Al volver a cruzar el río, nos paramos en la estatua de un mono de latón. Este sujeta un espejo, tiene los dedos haciendo el gesto de los cuernos y unos ratones a su lado. Según cuentan, si tocas el espejo tendrás la cartera llena, si tocas los ratones tendrás muchos hijos y si tocas los dedos volverás a Heidelberg, nosotros lo tocamos todo.
Nos paramos a comer en un restaurante italiano, y camino a Frankfurt, para dejar el coche y volver al apartamento a descansar. Volvemos a "casa".