Penúltimo día de ruta por Islandia. Después de pasar la noche con un ojo medio abierto, por culpa de lo fuerte que soplaba el viento, y los ruidos tan extraños que suelen escucharse en una casa tan antigua, nos ponemos en marcha, ha salido el sol, y queremos aprovecharlo.
Recogemos todo y hacemos las últimas fotos.
Hacemos una parada para pagar el alojamiento de nuestra cabaña en la casa de al lado y nos atiende el hijo de la dueña, que nos envía a la granja que está a un kilómetro, y que allí nos cobrarán. En esa granja aparece otro niño bastante parecido al primero y por fin conseguimos pagar.
Hoy ponemos rumbo a Borgarnes, población a 80km de Reyjkiavic. Sólo empezar la ruta nos equivocamos de camino, pero acabamos en un cráter de un volcán que se podía visitar, el Grábrókargígum.
Volvemos sobre nuestros pasos y ahora sí, encaramos la península de Snæfellsnes.
Qué diferencia de día, hoy luce el sol y cualquier rincón, cualquier paisaje nos incita a detener el coche y empezar a disparar fotos.
Como cambia este país con sol, como lucen los verdes de los prados y el azul del mar.
El primer sitio que visitamos es Stykkishólmur. Un pueblo encantador y muy animado, todo dentro de lo tranquilo que puede ser esta país, y esto nos gusta.
Nos preguntamos el por qué de tanta bandera danesa, así que consultamos la guía. Y es que el tercer fin de semana de agosto se celebra una fiesta para conmemorar el pasado danés de este pueblo.
Hay escenarios donde se celebran conciertos, mercadillos de segunda mano y la gente va ataviada con algún detalle que reivindique su pasado danés.
Tomamos algo en una terracita para aprovechar el solete y nos ponemos en marcha.
Lo primero que vemos es la casa noruega, la más antigua del pueblo, del año 1832 . Es un museo para poder ver como vivía la alta sociedad islandesa en esa época. No entramos, en un día tan espléndido como el de hoy, no nos apetece estar encerrados.
Nos acercamos al puerto, y a la isla de basalto que se encuentra enfrente. Esta isla es accesible a pie, y una vez en ella, subimos unas empinadas escaleras para contemplar las vistas.
En la cima hay un pequeño faro, y desde allí se divisan los pequeños islotes que rodean el pueblo.
Seguimos paseando por el pueblo.
Y acabamos en una iglesia muy futurista que contrasta bastante con el entorno.
Se nos echa el tiempo encima así que volvemos al coche y seguimos nuestro camino a través de unos "inquietantes campos de lava", según la guía....
Llegamos a Grundarfjördur. Una pequeña localidad costera con la particularidad de tener un pequeño monte como skyline maritimo.
Seguimos la carretera de la costa, con nuestra mirada puesta en el mar con la esperanza de poder ver más ballenas.
El siguiente pueblo es Ólafsvík, y cuenta con otra iglesia futurista, esta vez más pequeña, pero prima hermana de la anterior.
Bordeamos el glaciar Snæfellsjökull, es increíble con el sol que hace y que el glaciar tenga su propio microclima, con nubes en la cumbre.
Llegamos a una zona de acantilados, donde se pueden ver dos piedras en el mar.
Justo delante del párking, una extraña montaña nos sorprende. Parece estar pintada, como si de un lienzo se tratase, o de un decorado. En los fotos no creemos que se aprecie al 100% pero la sensación de que no fuese real nos invade.
La dueña del hotel nos espera a las 7 de la tarde, son las 6 y nos queda 1h de camino, así que tocará conducir del tirón para llegar a tiempo.
Al llegar a Borgarnes, nos tropezamos con la dueña que ya se marchaba. El apartamento se llama Egils Guesthouse. Es un apartamento muy cuco, de decoración "made in IKEA", y funcional. Dispone de todo lo necesario y más. Con dos habitaciones, una de matrimonio y otra con 4 camas pequeñas. Un salón grande y cocina. El precio de este apartamento por una noche es de 35.700 ISK, unos 230€ al cambio.
Vamos al súper a por provisiones, pero siendo sábado cierra a las 18:00h, ya vamos tarde, toca comprar en una gasolinera otra vez...
De vuelta al apartamento, volvemos a tener internet, así que cada uno se cierra en su minimundo, y desconectamos.
A descansar, que mañana, en un principio, la ruta es corta, pero nunca se sabe que sorpresas nos deparará el camino.