jueves, 14 de agosto de 2014

Día 10 - 14 de Agosto 2014

Conforme nos vamos acercando al final de este viaje, tenemos la sensación que esta isla quiere despedirse de nosotros regalándonos días de sol para que la echemos de menos, pero lo que ella aún no sabe, es que ya la llevamos en nuestros corazones.

Hoy nos despertamos con un sol de justicia y después de 4 días, abandonamos con tristeza nuestro campamento base en Foshóll, para poner rumbo a Olafsfjörður. Como sólo tenemos 1h30min de camino nos lo tomamos con calma, y vamos parando en cada bonito rincón que encontramos por el camino.



La primera parada la hacemos en  Möðruvellir, para visitar otra iglesia. Las iglesias de Islandia son luminosas y acogedoras y con muchas menos imágenes de santos y cristos crucificados que las nuestras.



Paramos en Árskógssandur, un pueblecito pesquero, situado en otro fiordo y nos hacemos fotitos con caballos islandeses que encontramos por el camino.




Llegando a Dalvík hacemos un par de fotos en un lago con reflejos.


Pasamos por un túnel bastante largo, de un sólo carril. Tenemos que ir metiéndonos en los espacios habilitados, para que los coches que vienen de frente puedan pasar.


Comemos en Olafsfjörður, en la única pizzeria/restaurante del pueblo. Llegamos justo a las 2, cuando la única empleada tiene que plegar. La vemos bastante apurada y nos sabe mal, pero hace un esfuerzo y nos hace la comida. Comemos rápido y cerramos el local rápidamente con ella. Le dejamos una propina bastante generosa para agradecerle el esfuerzo.

Nos vamos al siguiente pueblo en un fiordo, Siglufjöður . Para llegar tenemos que pasar por dos tramos de túneles, uno de 3,9km y el siguiente de 7,1km, y gratis, algo a lo que no estamos acostumbrados.

Aqui hay curiosas casitas de colores, que nos recuerdan a las fichas del parchís, verdes, amarillas, rojas y azules, y una antigua fábrica de arenques.



Llegamos justo en el momento en que los pescadores vuelven de faenar y vemos las cajas repletas de pescado.




Damos una vuelta por el pueblecito.





Pasamos por delante del museo del arenque.


De vuelta al hotel, nos paramos un momento en el estrecho fiordo entre tramos de túneles.


Nuestro hotel se llama Brimnes, y son unas mini cabañitas de madera. En la terracita hay una bañera tipo jacuzzi. Lo llenamos y nos damos un bañito en un marco incomparable.




Nos relajamos en la cabañita. Aaron aprovecha para ir a correr un poco e intentar jugar a fútbol con los niños del equipo local. Cuando llega ya han acabado, así que se pone a jugar él solo y vuelve.

Pasamos la noche escuchando musiquita, conectados a internet y hablando, acabando de disfrutar de la recta final del viaje.

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