Madrugamos y nos plantamos en el desayuno a las 7:30 de la mañana, desayunamos en 15 minutos y ponemos rumbo a Porto Torres.
En una hora y media de coche llegamos a la cola del ferry. La cola es larga y no se mueve, Esther se impacienta.
Aaron se baja para ir a hacer el check-in caminando a la altura de la larga cola de coches, para al final descubrir que el check-in lo hacen los propios empleados del puerto si dispones de un billete electrónico, que es nuestro caso.
Aparcamos el coche y visitamos las dos tiendas que hay de recuerdos. Esther quiere un café, pero la cola para la cafetería es tan larga que desiste enseguida.
Poco después procedemos al embarque y a la odisea de que nos asignen un camarote.
Esta vez si que nos toca pasar por recepción del barco para que nos den las tarjetas que nos servirán como llave de los camarotes.
Haciendo la cola Esther escucha como la gente protesta por el mal servicio y que por culpa del retraso tenemos derecho a un reembolso y a un desayuno gratis. Dado que ya habíamos desayunado y que la cola del desayuno gratis es muy larga, pasamos de hacerlo.
Pasamos por el camarote a dejar nuestras cosas, y vamos a comer a uno de los restaurantes del barco, la comida es cara y muy mala.
Subimos a cubierta para tomar un café y el aire aquí es insoportable, vemos que debido a ello las piscinas del barco están vacías de agua.
Volvemos al camarote para pasar el resto del viaje entre sudokus, switch, lectura y pelis.
Llegada la noche y a pocas horas del desembarque Dídac se duerme.
Aguantamos en el camarote lo máximo que podemos, ya que el aviso de dejarlos libres e ir a esperar el desembarque lo hemos escuchado hace rato, pero para esperar sentados en el suelo como en la ida esperamos tumbados cómodamente.
Salimos del barco, y hacemos un McDonald's antes de llegar a casa y meternos en la cama para dormir.
Arrivederci Sardegna!