Con los días se va notando el cansancio acumulado, y aunque las fuerzas no decaen, cuesta más madrugar.
Poco a poco nos hemos ido dando cuenta como nos hemos ido integrando en el mundo de los backpackers. Al principio entrábamos tímidamente, porque no conocíamos nada. Ahora, nos hemos vuelto más exigentes con las cosas que un backpacker puede ofrecernos y así poder elegir las mejores comodidades. Ya somos uos profesionales, con nuestra bolsa térmica (con sus pastillas de hielo) y la bolsa para la comida que no necesita frío. Lo primero que hace Esther cuando llega, es entrar en la cocina para verla y fisgonear la nevera, y Aaron a coger un rotulador para nombrar nuestras bolsas para saber que son nuestras y así nadie puede tocarlas. Luego ya vemos las habitaciones y nos hacemos una idea de por qué ese backpacker tiene la puntuación que le han dado en la guía.
Hoy hemos visitado Dunedin al abandonar el backpacker (sin haber usado ni el spa ni la sauna), un par de horitas por el centro viendo el Octagon (el centro de la ciudad en forma de dicho polígono),la Iglesia de St. Paul y la estatua del escritor escocés, Robert Burns.
También hemos hecho algo de shopping por el centro.
Después hemos visitado la estación de trenes, que es el edificio más fotografiado de la ciudad.
Hemos preguntado en el i-site dónde estaba la calle más inclinada del mundo (que está en Dunedin) y hemos ido a verla. Es increible el grado de inclinación que tiene, incluso cuesta subirla. En las fotos podéis haceros una pequeña idea.
Comida rápida y rumbo a Aoraki/Mt. Cook.
De camino hemos hecho una parada en Oamaru, un pueblo conocido por sus lugares para avistar pingüinos ojigualdos y sus edificios de piedra caliza. Había una exposición muy bizarra que tenia alguna de sus obras en la calle. Hemos decidido ir a verla (ya que era gratis), y seguía siendo weird (rara en inglés).
En el i-Site de este pueblo nos han confirmado que de nuestra compañía de backpackers no había ninguno en Mt. Cook, nos han dado la opcíón de elegir otro de otra compañía o un hotel muy famoso y caro, llamado Hermitage. El primer intento de llamada al backpacker ha sido fallido, así que hemos llamado al hotel...y sí...hemos pecado. Nos hemos declinado por éste, ya que las vistas eran increibles, tenía desayuno y más facilidades (un caprichito en el viaje porque nos lo merecemos).
Al llegar al hotel, nos han dado la llave del motel (el propio hotel tiene unas casitas a 100m que son perfectas y no tan caras). Esther al ver el mini-chalet que nos han dado se ha quedado petrificada, con ojos llorosos y ha empezado a hacer fotos (no se lo podía creer, parecía un espejismo después de tanto backpacker). Tiene cocina propia full-equiped, una cama enorme, un sofá, una mesa con sus cuatro sillas, baño perfecto, jardincito propio con banco para sentarse, vistas al Mt. Cook e incluso tabla de planchar!
Dato curioso:
A los neozelandeses, les encanta andar descalzos por la calle tanto en pueblos como en ciudades. Aunque las calles están relucientes de limpias, nos parece algo muy peculiar.
Estas muy guapa con el vestido nuevo
ResponderEliminarhacerle una foto al coche para ver como es
soy la Angelita