viernes, 1 de noviembre de 2019

Día 1 - 1 noviembre 2019

Coincidiendo el puente de todos Los Santos con los cumpleaños de Esther&Ester, decidimos hacer una escapada familiar a Nápoles, para conocer y descubrir esta caótica ciudad.

El vuelo a Nápoles transcurre tranquilamente, pero el avión nos deja en mitad de la pista. Aaron va con muletas, debido a un esguince que se ha hecho jugando a balonmano, y el desplazarnos con maletas, niños y muletas nos resulta algo complicado, suerte que enseguida se nos acerca un chófer y nos dice que si queremos podemos subir en el minibus que conduce, rápidamente decimos que sí, y éste nos deja amablemente en la cinta de equipajes para recoger el carricoche de Èlia.



Una vez fuera de la terminal cogemos un taxi y un conductor muy enrollado nos acerca todo lo posible a nuestro alojamiento.

Para estos días hemos alquilado un apartamento muy espacioso en pleno barrio español. Los edificios de este barrio se levantaron en el siglo XVI para acoger a los soldados españoles y doblegar así a la resistencia de la población, que se oponía a la conquista de Nápoles por parte de La Corona.  Sus calles han sido siempre conflictivas, y aunque está en pleno centro de Nápoles,  la Camorra aún campa a sus anchas por aquí.


Una vez instalados, salimos a la calle a buscar un sitio donde cenar. Deambulamos por la calles empedradas, esquivando a las motos que pasan a pocos centímetros de distancia, en todas direcciones y sin respetar las normas básicas de tráfico. 

Las fachadas de los edificios están llenas de ropa tendida y descubrimos la típica estampa napolitana, con altares callejeros dedicados a todo tipo de santos y vírgenes, incluso a Diego Armando Maradona que en esta ciudad aun lo tratan como a un Dios.


Cenamos en la pizzeria Vesubio, llena de vecinos del barrio, bueno, barato y con un personal muy amable.






Es nuestra primera noche en Nápoles y ya nos sentimos como en casa.

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